La pasada semana se cumplían 35 años de la muerte de Terry Fox, deportista canadiense y activista por la lucha contra el cáncer.
Una maratón diaria. 132 días. Más de 5.000 kilómetros en total… Y todo ello protagonizado por Terry Fox, un enfermo de cáncer que se enfrentó a su propio mal.
El dolor en la rodilla izquierda era insoportable. Algo iba mal. Terry lo sabía, pero estaba acostumbrado a sufrir: el muchacho vivía por y para el deporte. Béisbol y baloncesto, baloncesto y béisbol acompañaron su infancia y los primeros años de adolescencia; también se atrevió con el fútbol y el rugby, disciplinas en las que destacaba por su intensidad en la cancha. Era una de las jóvenes promesas deportivas de Canadá cuando llegó la noticia que truncó su carrera.
Corría el año 1977 y su cuerpo dejó de funcionar: tenía 18 y le habían detectado un cáncer en la pierna. La amputación era inevitable.
Esos malditos 15 centímetros. Fue un corte limpio por encima de la rodilla y una promesa a una de las enfermeras que le cuidó durante el procedimiento quirúrgico: “Algún día voy a hacer algo así”. La noche anterior a la operación había estado leyendo y le conmovió de manera especial la historia de Dick Traum, un amputado que había corrido la Maratón de Nueva York.
Ahora le tocaba a él.
En 2004 Fox fue nombrado en el segundo puesto tras Tommy Douglas en el programa de CBC ‘El canadiense más grande’
En el hospital hizo buenas migas con los niños. Le partía el alma ver como los pequeños apenas tenían fuerzas para combatir una enfermedad que te “come” por dentro. No podía quedarse de brazos cruzados ante aquello: alguien debía arrojar un rayo de esperanza a ese destino oscuro e ineludible.
Entonces echó a correr.
Terry partió de St. Johns rumbo a Thunder Bay. Por delante, 5.373 kilómetros en 132 días para coronar su Marathon of Hope (Maratón de la Esperanza). Corría una media de 42 kilómetros diarios, el equivalente a una maratón, con una prótesis como apoyo en la parte izquierda de su cuerpo. La pierna artificial servía de soporte, pero el peso del cuerpo recaía sobre la derecha, que era la que hacía un sobreesfuerzo a cada zancada para seguir adelante.
Canadá estaba con él. La gente salía de sus casas para verle marchar por el asfalto, le ofrecían agua y jaleaban para que no desistiese en su lucha. Los medios de comunicación documentaban paso a paso la travesía del joven deportista y ya se empezaba a escuchar aquello de “héroe nacional”.
Terry Fox es la persona más joven en ser denominadoCompanion por la Orden de Canadá y pertenece al Salón de la Fama del Deporte canadiense
El Marathon of Hope tenía como obejtivo principal crear conciencia y recaudar fondos para apoyar la investigación del cáncer a nivel estatal. Contó con el apoyo de la Sociedad Canadiense del Cáncer y de Amputados por Guerra de Canadá y con el patrocinio de empresas como Adidas, Imperial Oil y Ford. Tras 143 días en la carretera, Terry paró en seco.
Respiraba con dificultad. En el hospital le comunicaron que el cáncer se había extendido a los pulmones. La carrera tenía que esperar: su vida estaba en juego.
“Lo haré lo mejor que pueda. Lucharé. Prometo que no me rendiré”. El muchacho se pronunció después de conocer la situación y su actitud dio alas a los enfermos de cáncer de todo el mundo. Y así fue hasta junio de 1981.
Después de someterse a un agresivo tratamiento de quimioterapia Terry Fox falleció en el Hospital Royal Columbian a un mes de cumplir 23 años.
Su lucha no cesó tras la muerte del icono. Hasta la fecha se han recaudado 650 millones de dólares en nombre de Terry a través de su fundación y de laTerry Fox Run, una marcha anual que se celebra en Canadá y alrededor del planeta en homenaje a la carrera que empezó el activista 35 años atrás. Sus pasos aún resuenan en el asfalto.
Fuentes: Playgroundmag / Urbanian